miércoles, 21 de diciembre de 2011

lunes, 19 de diciembre de 2011

domingo, 18 de diciembre de 2011

Música en el plato!!!!!!!


Adina Grasina volvía locos a todos los doctores de la región. Su papá tenía un tripón que le servía para abrir las puertas sin usar las manos, y su mamá no era mucho más delgada, pero ella era una niña mucho más esbelta y ágil. Desde siempre, Adina había sido muy rara para comer; según sus padres casi nunca comía los estupendos guisos de su madre, ni probaba sus fabulosas pizzas. Tampoco disfrutaba con su papá de las estupendas tartas y helados que merendaban cada tarde, y cuando le preguntaban que por qué comía tan mal, ella no sabía qué contestar; sólo sabía que prefería otras cosas para comer. Así que todos se preguntaban a quién habría salido...
Un día Adina acabó en manos de un doctor diferente. Aunque ya era algo mayor, tenía un aspecto estupendo, distinto de todos aquellos doctores de grandes barrigas y andares fatigados. Cuando los padres de Adina le contaron su problema con la comida, el doctor se mostró muy interesado y les llevó a una oscura y silenciosa sala con una extraña máquina en el centro, con el aspecto de un altavoz antiguo.
- Ven, Adina, ponte esto- dijo mientras le colocaba un casco lleno de luces y botones sobre la cabeza, conectado a la máquina por unos cables.
Cuando terminó de colocarle el casco, el doctor desapareció un momento y volvió con un plato de pescado. Lo puso delante de la niña, y encendió la máquina.
Al instante, de su interior comenzó a surgir el agradable sonido de las olas del mar, con las relajantes llamadas de delfines y ballenas... era una música encantadora, que escucharon durante algún tiempo, antes de que el doctor volviera a salir para cambiar el pescado por un plato de fruta y verdura.
El susurro del mar dio paso a las hojas agitadas por el viento, el canto de los pájaros y las gotas de lluvia. Cualquiera podría quedarse escuchando durante horas aquella naturaleza campestre, pero el doctor volvió a cambiar el contenido del plato, poniendo algo de carne.
El sonido de la máquina pasó a ser algo más vivo, lleno de los animales de las granjas, del campo y las praderas. No era tan bello y relajante como los anteriores, pero resultaba nostálgico y agradable.
Sin tiempo para acostumbrarse, el doctor volvió con una estupenda y olorosa pizza, que hizo agua las bocas de los papás de Adina. Pero entonces la máquina pareció romperse, y en lugar de algún bello sonido, sólo emitía un molesto ruido, como de máquinas y acero. "No se ha roto, es así", se apresuró a tranquilizar el médico.
Sin embargo, el ruido era tan molesto que pidieron al doctor más cambios. Sucesivamente, el doctor apareció con helados, bombones, hamburguesas, golosinas... pero todos ellos generaron ruidos y sonidos igual de molestos y amontonados. Tanto, que los papás de Adina pidieron al doctor que volviera con el plato de la fruta.
- Ésa es la NO enfermedad de Adina- dijo al ver que comenzaban a comprender lo que ocurría-. Ella tiene el don de interpretar la música de los alimentos, la de donde nacieron y donde se crearon. Es normal que sólo quiera comer aquello cuya música es más bella. Y por eso está tan estupenda, sana y ágil.
Entonces el doctor les contó la historia de aquella maravillosa máquina, que inventó primero para él mismo. Pero lo que más impresionó a los señores Grasina cuando probaron el invento, era que ellos mismos también escuchaban la música, sólo que mucho más bajito.
Y así, salieron de allí dispuestos a prestar atención en su interior más profundo a la música de los alimentos, y desde aquel día en casa de los Grasina las pizzas, hamburguesas, dulces y helados dieron paso a la fruta, las verduras y el pescado. Ahora todos tienen un aspecto estupendo, y si te encuentras con ellos, te harán su famosa pregunta:
¿A qué sonaba lo que has comido hoy?
Autor.. Pedro Pablo Sacristán

viernes, 16 de diciembre de 2011

Los hermanos enfadados!!!!


Había una vez dos hermanos que eran estupendos amigos y siempre jugaban juntos. Pero un día tuvieron una discusión tan grande por uno de sus juguetes, que decidieron que a partir de aquel día cada uno jugaría con sus cosas.
Como tenían tantas cosas y tantos juguetes, se pusieron de acuerdo para dedicar el día siguiente a aclarar de quién era cada cosa. Así lo hicieron, haciendo cada uno un montón con sus cosas, pero cuando acabaron con los juguetes grandes, tocaron los juguetes pequeños, y como no les daba tiempo, lo dejaron para el día siguiente. Y al día siguiente sucedió lo mismo, porque empezaron a repartirse los lugares de la casa. Y lo mismo ocurrió un día tras otro, así que todo el tiempo andaban enfadados decidiendo quién tenía derecho a usar cada cosa que veían, ya fuera un animal, un árbol o incluso una piedra. Al final, habían acumulado dos verdaderas montañas de cosas ante sus casas.
Con el paso de los años, no cambió nada: cada mañana se juntaban para dividirse en mundo entre discusiones. Así se fueron haciendo viejecitos, y todo el mundo los conocía como los viejos gruñones, porque siempre andaban enfadados y protestando, y nadie los había visto nunca sonreir.
Hasta que una mañana se encontraron todas sus cosas totalmente mezcladas. ¡Alguien había estado en sus montañas y lo había mezclado todo! ¡con lo que había costado separalo! Enfadadísimos, se pusieron a buscar a los culpables, y no tardaron en encontrar un par de niños jugando entre las montañas de cosas- Ambos estaban jugando juntos, tocándolo todo,sin importarles si mezclaban las cosas o no. Y se veían realmente felices, disfrutando a lo grande.
Fue entonces, muchos, muchos años después, cuando los dos viejos gruñones se dieron cuenta de la tontería que habían hecho: ¡habían dejado de jugar toda la vida sólo para ver con qué iban a jugar! Y se sintieron muy tristes, por haber dejado pasar su vida enfadados y sin jugar; pero a la vez estaban contentos, porque se habían dado cuenta, y dedicaron ese día y todos los que les quedaron a jugar junto a aquellos dos niños, mezclándolo todo y compartiéndolo todo. Y hasta dejaron de llamarles gruñones, para llamarles los locos juguetones

Autor: Pedro Pablo Sebastian

El miedito es blando y suave !!!!


Marina era una niña que tenía mucho miedo de la oscuridad. Al apagarse la luz, todas las cosas y sombras le parecían los más temibles monstruos. Y aunque sus papás le explicaban cada día con mucha paciencia que aquello no eran monstruos, y ella les entendía, no dejaba de sentir un miedo atroz.
Un día recibieron en casa la visita de la tía Valeria. Era una mujer increíble, famosísima por su valentía y por haber hecho miles de viajes y vivido cientos de aventuras, de las que incluso habían hecho libros y películas. Marina, con ganas de vencer el miedo, le preguntó a su tía cómo era tan valiente, y si alguna vez había se había asustado.
- Muchísimas veces, Marina. Recuerdo cuando era pequeña y tenía un miedo terrible a la oscuridad. No podía quedarme a oscuras ni un momento.
La niña se emocionó muchísimo; ¿cómo era posible que alguien tan valiente pudiera haber tenido miedo a la oscuridad?
- Te contaré un secreto, Marina. Quienes me ensañaron a ser valiente fueron unos niños ciegos. Ellos no pueden ver, así que si no hubieran descubierto el secreto de no tener miedo a la oscuridad, estarían siempre asustadísimos.
- ¡Es verdad! -dijo Marina, muy interesada- ¿me cuentas ese secreto?
- ¡Claro! su secreto es cambiar de ojos. Como ellos no pueden ver, sus ojos son sus manos. Lo único que tienes que hacer para vencer el miedo a la oscuridad es hacer como ellos, cerrar los ojos de la cara y usar los de las manos. Te propongo un trato: esta noche, cuando vayas a dormir y apagues la luz, si hay algo que te dé miedo cierra los ojos, levántete con cuidado, y trata de ver qué es lo que te daba miedo con los ojos de tus manos... y mañana me cuentas cómo es el miedo.
Marina aceptó, algo preocupada. Sabía que tendría que ser valiente para cerrar los ojos y tocar aquello que le asustaba, pero estaba dispuesta a probarlo, porque ya era muy mayor, así que no protestó ni un pelín cuando sus padres la acostaron, y ella misma apagó la luz. Al poco rato, sintió miedo de una de las sombras en la habitación, y haciendo caso del consejo de la tía Valeria, cerró los ojos de la cara y abrió los de las manos, y con mucho valor fue a tocar aquella sombra misteriosa...
A la mañana siguiente, Marina llegó corriendo a la cocina, con una gran sonrisa, y cantando. "¡el miedo es blandito y suave!... ¡es mi osito de peluche!"
Autor : Pedro Pablo Sacristan